Por Daniel Arriaga Guevara
Los humanos acabaron con los perros,
algunos viejos hablaban de ellos no como alimento
sino de seres capaces de aullar bajo marejadas de relámpagos.
Los últimos canes terrestres vivieron
en vitrinas hechas con arena de ocho planetas,
algunos terrícolas los veían moverse de un lugar a otro,
les sorprendía el color de su pelaje
pero eran incapaces de apreciar los talismanes incendiados
que tenían por ojos.
Ahora se sabe
que el único vestigio de que existió la raza humana
son los perros que llevaron a Marte,
donde corren ayudados por respiradores artificiales,
entre estepas y mares secos.
Aún aúllan de manera profunda
invocando a dioses olvidados.
no humanos/humanos
Tras la implantación del gen responsable de la evolución
los cyborgs desarrollan sueños caóticos
su subconsciente no sabe si son adultos o máquinas para fornicar
con realidades espeluznantes.
Su sistema primario de emociones se colapsa,
el miedo altera sus funciones motrices,
tienen recuerdos como imágenes en un kinetoscopio
donde caballos desbocados recorren
su código experimental de programación.
Llevan a cabo un ritual
el juego de un programa de realidad aumentada
donde simulan ser animales:
ballenas del océano antártico,
lobos acechando a su presa,
personas absortas ante una pantalla.
Uno de ellos toma conciencia de su origen,
se convierte en un asesino serial,
en la red se le conoce como El Alquimista
convierte los órganos de sus víctimas en diamantes[1].
El Alquimista sabe que el desarrollo de la naturaleza
significa la aniquilación de la humanidad.
[1] Los cyborgs requieren de diamantes para el funcionamiento de su cerebro mitad orgánico y mitad positrónico.