Por Elías Barrón.
Marco es un chico relativamente normal, de unos dieciséis o dieciocho años de edad, flacucho, granoso y pusilánime. Es de esos muchachitos que en persona parecen atolondrados, despistados y con la cabeza llena más de aire que de inteligencia humana. Marco administra una página de memes digitales asociada a su perfil en Facebook, “Momos densos” como él les llama a sus creaciones.
Dada su excéntrica e inquietante personalidad, el único contacto humano que quizá podrá enlazar con alguna persona de su sexo opuesto sería el de una niña de su mismo coeficiente intelectual relacionando positivamente a alguna de sus publicaciones. Publicaciones que, en la vida real, darían mucho de qué hablar y probablemente termine decepcionando a sus profesores, compañeros, pero sobre todo a sus padres quienes le pagan el servicio de internet; publicaciones que podrían catalogarse como obscenas, racistas, sexistas, heteronormativas, intolerantes y cualquier otro adjetivo calificativo que se te ocurra para demostrar tu indignación.
No importa si se trata de un atentado terrorista en Manchester; una mujer es golpeada en Estrasburgo; de un niño que fue abusado sexualmente; de una muerte horrible a una figura pública querida. Marco siempre estará allí para burlarse, para mofarse desde su torre de cristal, o más bien, desde su muro tecnológico, escondido detrás de una pantalla que le brinde coraje y confianza. Viviendo por siempre en su cómodo escondite, Marco siempre sentirá confianza y aceptación por parte de otra igual ignorancia.
La escuela para él es terrible, sus padres se lamentan por su nefasta situación. Llora por dentro y se hunde en la basura de su cuarto, se acuesta en su cama y su sobre peso comprimí los resortes del colchón. El computador está encendido. Marco puede reírse ahora, de la desgracia ocurrida a otras personas que merecían más estar vivas.